Foto: Lucía Vallarino

A la mañana del tercer día, nos dirigimos desde el hotel a otra localidad de nómadas, también en el Medio Atlas, donde fuimos recibidos de forma muy alegre. Se notaba que nos habían visto llegar y creo que querían poder tener la oportunidad de conversar.

La protagonista de esta historia es Fátima, una mujer de 25 años con dos hijos. Sus hijos tienen uno y cinco años, respectivamente, quienes no tuvieron problema en compartir un poco de su historia. Su vida de nómada era muy distinta a la de Hajiba. Esta familia no se mueve del lugar, es decir, no son nómadas, sino seminómadas -un concepto culturalmente complejo que implica mucho más que moverse de aquí para allá por necesidad-. Esta familia de nómadas tenía un panel solar que les permite tener luz e incluso televisión o teléfono celular para comunicarse, aunque sin acceso a Internet. Además, abastecerse de agua es más fácil para esta familia, ya que se la comparte un hotel del Grupo Xaluca todos los días que lo necesitan, recargando así sus bidones cada día. El agua recogida en el hotel es exclusivamente para su uso humano, ya sea cocinar, lavar o bañarse, mientras que su ganado debe buscar agua en el lago Sidi Ali, muy cerca de su comunidad.

La electricidad, si bien les permite ver la televisión o tener luz eléctrica, no es lo suficientemente potente para poder aguantar un refrigerador en donde mantener fría el agua o los alimentos. Por eso, además de poseer los bidones llenos de agua, tenían a su disposición una especie de contenedor exclusivamente de agua con forma de gota hecho de barro en donde mantienen fría el agua para poder beber durante el día a día.