Foto: Marià Serrat

Al bajar de los coches que nos dejan a un costado del río M’Goun, comienza el camino a pie por las gargantas del M’Goun, y nos preparamos para mojarnos el calzado y los pantalones, ya que muchas veces el agua sobrepasa la rodilla.

Durante el trayecto, me llaman la atención dos cosas en particular: la primera es la cantidad de agua que pasa por este río. Esto nos sorprende debido a nuestra ignorancia. Todos los textos leídos en la preparación del viaje apuntaban a una crisis hídrica casi irreparable y eso, sumado la visita al Sahara, particularmente creó en mí una imagen en donde jamás esperé que pudiera encontrar en Marruecos un afluente natural que sobrepasa la rodilla. Y, sin esperarlo, ahí estaba yo, luchando por no caer por la fuerza con la cual bajaba el agua, parando cada cinco minutos para sacar las pequeñas rocas que se metían en mi calzado transportadas por el agua. La segunda cosa que me sorprendió fue el majestuoso paisaje alrededor del río. Mientras más avanzamos, más hermoso se torna. La forma en la que grandes macizos de roca color azafrán se alzan a nuestro costado tapando el sol y dando la ilusión muchas veces de que se podían tocar entre ellos, era algo simplemente magnífico, espectacular. Estos macizos alcanzan alturas muy prominentes, y, debido a la erosión, generan cavernas que a veces hasta se conectan entre ellas. Espectacular también la forma en la que el agua moldea la roca, dejándola prácticamente lisa a baja altura y áspera más arriba. ¿El eco que se forma por la posición de un macizo frente a otro? Es algo simplemente sacado de una película.

Llegamos hasta el refugio donde pasaremos la noche para dejar nuestras cosas y decidimos seguir avanzando por el río hasta llegar a una localidad en donde solo viven nueve familias. El paisaje solo podía superarse por sí mismo y cuando pensabas que ya habías visto lo más hermoso del trayecto aparece algo aún más imponente todavía. Imposible no estar con la boca abierta durante todo el camino.

Emprendimos nuestro viaje de vuelta hasta el refugio que se encontraba a un costado del río. Ya descansando descubrimos que el río M’Goun baja por un valle que se forma entre la cordillera del Atlas y el Anti-Atlas y donde por una elevación particular parte el río a la mitad, da cauce al río Todra y al río Draa. Mientras el Todra da vida al valle del Todra, el río Draa particularmente termina desembocando en el océano Atlántico.