Foto: Marià Serrat

Bajamos del coche en una calle principal abarrotada de gente. De repente, estábamos inmersas en una zona anárquica, aparentemente sin ley, donde los coches, las motos cargadas hasta arriba, las mulas con sus carros y las personas de todas las edades se cruzaban entre sí a una velocidad desconcertante. Habíamos aterrizado en el famoso mercado de Rissani.

Con gran ajetreo por el brusco cambio entre el confortable interior del jeep y el caluroso y pegajoso ambiente de Rissani, nos refugiamos rápidamente en el interior del mercado. Sus calles son estrechas y angostas y dificulta así la entrada de grandes vehículos y la penetración del sol. Rissani se encuentra en el sur de la cordillera del Atlas, en las puertas del desierto, y es la última gran ciudad antes de la inmensidad deshabitada del Sahara. Debido a su enclave geográfico estratégico, es un histórico punto de encuentro entre vendedores y comerciantes, siendo el mercado su bullicioso epicentro.

Este enclave comercial se divide por zonas, gremios e incluso por etnias, como los amazighs, árabes y tuaregs. Cada uno tiene su lugar, su rol dentro del ecosistema urbano. Existe la zona del ganado, muy importante para muchos pastores del sur del país. A menudo, se les puede observar a la sombra tomando el característico té marroquí mientras discuten, pacientemente, el precio de los animales. Ya dentro de las calles más estrechas, en el corazón del mercado, puedes encontrar antigüedades, ropa, herramientas varias, carne, sitios para comer, zona de verduras y frutas frescas y, en definitiva, un poco de todo. Sin embargo, de todas las tiendas, tenderetes y paradas que existen allí dentro, había una que me llamó especialmente la atención. Entre las penumbras, las sombras creadas por el techo tapizado con telas y mallas, destacaba una parada con productos de todos los colores, potes de vidrio de todos los tamaños y platos con especias en forma de montaña.

Maymon Alui era el propietario de esa colorida tienda. Era un vendedor carismático, un tipo alegre y hablador que poseía más de 350 productos entre especies y plantas, la gran mayoría de origen nacional, turco e indio. Afirmaba que su puesto, de herencia familiar, era la “farmacia” de Rissani y que podías encontrar cualquier tipo de remedio. Con más de 15 años de experiencia, Maymon podía recitar todas las propiedades de cada una de las especias y plantas que tenía y darte una lección de botánica aplicada. Además, muchos de estos productos también son altamente preciados en la gastronomía marroquí, como el azafrán, cotizado a 20 dirhams el gramo (unos dos euros el gramo) y el Ras al-hanut, una mezcla de 44 especies diferentes y que significa, literalmente, “cabeza de montaña”.