Foto: Marià Serrat

Es la segunda vez que me encontraba allí, en ese mismo lugar, en esa mágica plaza, y la sensación de trasladarme en el tiempo es exactamente la misma. Ese sitio tiene la capacidad de generarme una agria sensación, pasando por un cierto nerviosismo debido a la cantidad abrumadora de gente y la insistencia agresiva de los vendedores, hasta el asombro al ver y vivir en primera persona un espectáculo cultural sin igual. Al principio me sentía descolocado, desencajado en medio de ese caos, sin ningún rumbo a seguir más que a mi propio instinto. Y es que perderse -tanto mental como físicamente- es algo normal en este lugar, ya que la cotidianidad de la plaza es un frenesí incontrolado a ojos foráneos; chillidos en múltiples idiomas, comida humeante en cada esquina, puestos de alimentos por doquier, gente mostrando y exponiendo animales como macacos de Berbería, encantadores de serpientes e incluso vendedores ambulantes de pieles y artículos de procedencia dudosa.

Foto: Marià Serrat

La Djemaa el-Fna, situada en el corazón del zoco de Marrakech, es una gran plaza cuya actividad principal siempre ha sido el comercio. Puedes encontrar todo tipo de tiendas y puestos y, especialmente, de comida. Los puestos de zumos de naranja recién exprimidos son todo un clásico que no hay que perderse, igual que los restaurantes ambulantes de comida callejera, donde puedes comer desde tajín con verduras hasta elaborados platos de carne. También existen zonas reservadas para vendedores de plantas ornamentales, para juegos y exhibiciones y para la artesanía. Lo más interesante de todo es la transformación que sufre la plaza a lo largo de las horas, reemplazando los tipos de tiendas y actividades, de tal forma que el ambiente de la mañana es completamente diferente al de la noche. Metafóricamente, la plaza sufre una verdadera y completa metamorfosis.

Para las personas más viajeras, la plaza puede parecer una especie de plató para los turistas, con la intención de remarcar aquellos aspectos más típicos de la sociedad marroquí. Sin embargo, la Djemaa el-Fna tiene esta esencia (o parecida) desde tiempos históricos. Marrakech se encontraba en el extremo de una de las rutas comerciales más importantes del continente africano, donde los productos provenientes de África se intercambiaban por los provenientes del Mediterráneo, y viceversa. Todas las caravanas que venían del sur terminaban la odisea en el epicentro de la ciudad, en la Djema el-Fna, siendo esta el final de la gran ruta comercial y un punto de encuentro entre comerciantes, empresarios, vendedores y viajeros de todas partes y regiones.