Uarzazate

Ait Benhadu, el ksar imponente

Una antigua ciudad amurallada nos revela los detalles detrás de su construcción y del renombre que la ha coronado como el ksar más importante de Marruecos

26 Julio 2022

5–6 minutos de lectura

Fotos: Natalia Figueroa

Al pensar en un ksar, quizás la mayoría de las personas visualizarán el famoso complejo de Ait Benhadu, el top of mind de la arquitectura en adobe. Este es un espacio popular entre turistas, arquitectos y cineastas –siendo estos últimos quienes lo han mostrado al mundo llenándolo de gladiadores, momias, agentes secretos y todo tipo de personajes históricos y ficticios.

Al inicio del viaje, cuando anunciaron que lo visitaríamos, me sorprendió la reacción de parte del grupo, pues muchos sentían más entusiasmo por ver las locaciones donde se habían filmado sus series favoritas que por visitar el recinto histórico en sí; y no les culpo, esa es una sensación emocionante que en el pasado he llegado a compartir, pero me angustia pensar que un lugar tan rico en historia, conocimiento y belleza sea más identificado como un set de filmación que como un sitio declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Es casi inevitable que Hollywood cree un arma de doble filo con esto, pues puede ayudar a visibilizar, popularizar y promover la visita a estos puntos, pero también puede acabar dañándolos. Aquí ocurre un poco de ambos, pero las afectaciones son claramente apreciables, empezando por la enorme puerta artificial que te recibe en la entrada y que fue construida para la cinta de 1985, La joya del Nilo, priorizando una producción antes que el valor y la conservación del espacio.

Ait Benhadu es un ambiente vivo, no solamente por su casi impecable estado de conservación, sino también porque está aún habitado por familias locales, y aunque actualmente la gran mayoría vive de actividades sujetas al turismo, mantienen la esencia de lo que alguna vez fue la ciudad.

En la antigüedad, esta locación fue habitada por bereberes y judíos, quienes se resguardaban ante invasiones de otros grupos y ante la desertificación de su entorno. Se sedentarizaron con ayuda de la agricultura y la ganadería, pero siempre mantuvieron su esencia guerrera por lo que todo era salvaguardado por una muralla y supervisado desde atalayas. La ubicación de Ait-Ben-Haddou también fue estratégicamente seleccionada en base a sus óptimas condiciones meteorológicas, su cercanía con los ríos Draa y Unila y su posibilidad de proteger el paso de los comerciantes que iban hacia el norte. El agua, obtenida de la precipitación y la nevada del Atlas, era contenida y redireccionada mediante acequias, de forma que llegaba limpia y fresca a la ciudad. Esto servía para el consumo propio y también como un sistema tradicional de riego.

Fotos: Natalia Figueroa

La vegetación proporciona belleza, alimento y confort térmico al espacio. Al momento de nuestra visita –durante el verano y en un mediodía completamente soleado–, las paredes exteriores que no tenían ninguna sombra estaban a 52°C, las que estaban sombreadas con techos de caña, a 41°C, y las que estaban protegidas por una sombra más densa, a 31°C. La vegetación importa; no solo por controlar emisiones y brindar oxígeno, sino también porque tiene el poder de mantener las viviendas considerablemente más frescas. Desafortunadamente, este es un factor que se tomaba más en cuenta en la antigüedad, cuando se construía pensando en utilidad y supervivencia, que, en la actualidad, donde construimos pensando en estética y estatus. Además, es algo que resulta importante en casi cualquier parte del mundo, pues no hace falta vivir en un clima tan extremo para notar sus beneficios. Solemos creer que el progreso está relacionado con el futuro, cuando en realidad para encontrarlo a veces debemos voltear hacia atrás.

Otro diseño inteligente en este ksar es el de sus pasadizos. Al igual que en otros espacios tradicionales de Marruecos, como las medinas y los riads, aquí es apreciable la valoración de la intimidad, así como la clara diferenciación entre la vida pública y la privada. El pequeño tamaño de las puertas restringía el paso de los caballos para impedir que los extranjeros y visitantes traspasaran sus límites, las circunvalaciones dificultaban el paso, y las plazas –donde sí podían acceder para llevar a cabo actividades comerciales– tenían pasillos esquinados y torcidos, que imposibilitaban ver más allá de ellos. Pero esto no solamente servía para un fin social y cultural, sino que también aportaba una ganancia climática: los pasillos redirigen y circulan el aire para crear corrientes que refrescan el ksar.

Cualquier conjunto de kasbahs impresiona, pero Ait Benhadu –el ksar más imponente de todos– es particular y no termina de asombrarte por la inteligencia con que fue erigido. Quizás resulta más interesante apreciar el lugar por su historia o por su fascinante arquitectura sustentable, que por la huella que dejó Hollywood cuando alguna vez lo pisó.

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