Camino a Erfud
Cambios en los hogares contemporáneos de clase alta
En las carreteras y avenidas que recorren el país es posible observar viviendas lujosas que reflejan los estándares actuales de construcción y que nos muestran el alcance que ha tenido la globalización en la arquitectura contemporánea marroquí
20 Julio 2022
5–6 minutos de lectura
Foto: Natalia Figueroa
Mohammed, el conductor del vehículo en el que viajamos, me cuenta que su hermano vive en México, mi país, donde tiene un restaurante de comida marroquí. Derivado de ello –y de su dedicación al sector turístico– habla un poco de español y entiende otro tanto, pero eso nos basta para platicar durante nuestro trayecto hacia Erfud. De cualquier manera, también nos estamos comunicando con un lenguaje más universal: la música. Mohammed disfruta escuchar a Shakira y a otros artistas latinoamericanos, así como a algunos españoles. A veces solo lo hace durante el coro, pero aun así canta con entusiasmo cada que puede; y nosotros, que conocemos las canciones, le seguimos.
Y estamos sumergidos en ese encuentro cultural cuando de pronto pasamos por una calle que llama mi atención. Estamos en un sitio aislado con poco más que la carretera que lo recorre, pero, aun así, se alcanza a distinguir que es un lugar en el que se está comenzando un desarrollo inmobiliario moderno. Este espacio desértico pronto lucirá como una avenida adinerada.
Lo que más me sorprende –desde un punto de vista urbanístico– es la escasez de vegetación en estos espacios, prácticamente ausente, lo que transmite una sensación de calor y desolación extrema. Un aspecto positivo de estas nuevas viviendas destinadas a la clase media-alta es que varias de ellas cuentan con paneles solares, ya sea para generación de electricidad o para calentamiento de agua. También llama mi atención la pérdida de muchas técnicas y elementos constructivos tradicionales que sin mayor esfuerzo crean grandes diferencias; por ejemplo, las ventanas ahora son más grandes y tienen vidrios que seguramente colocaron para tener una mejor vista y para cerrar herméticamente el espacio. Y hay que reconocerlo, lucen modernas… pero podrían sobrecalentar su interior. Destaca también la ausencia del típico adobe que ahora ha sido sustituido por hormigón y cemento (aunque esta medida es comprensible porque son materiales más resistentes y duraderos, a pesar de ser menos sustentables).
Foto: Natalia Figueroa
Ya habíamos visto una zona residencial anteriormente en Fez, durante el segundo día, con algunos de los mismos problemas constructivos. Y claro, las personas con un alto poder adquisitivo pueden costear el uso constante de aire acondicionado sin problema, pero aun así, ¿por qué no construir mejor una casa que sea fresca por su propia cuenta? No tiene que ser de adobe, ni ser idéntica a un riad o una kasbah, pero puede incorporar algunos de sus principios: iluminación natural, aislamiento térmico, recolección de agua pluvial, fuentes y plantas para humidificar el espacio y crear un microclima placentero en el hogar. Estas características, además, no tienen por qué percibirse como algo anticuado o demasiado tradicional: pueden reinventarse en su diseño para lucir contemporáneas.
Un punto a favor de la ya habitada zona residencial de Fez es que cuenta con vegetación, por lo que se esperaría que en Erfud (aún en construcción) pueda ocurrir lo mismo en un futuro. Esto aportaría sombra y frescura al espacio, disminuyendo el gasto eléctrico de enfriarlo con aire acondicionado.
Foto: Natalia Figueroa
Algunos días después –durante el quinto día de la excursión, para ser más precisos– pasamos nuevamente por una zona similar: Turug. Esta vez viajamos con otro conductor, Omar, quien también habla un poco de español. De pronto, Omar señala los autos estacionados frente a las casas y dice: “de Europa”. Al seguir avanzando por la avenida entendemos a qué se refería. Todos tenían matrículas de la Unión Europea, principalmente de España, Italia y Francia. Este descubrimiento hizo más evidente la influencia de la arquitectura europea en las casas y la razón por la que el diseño marroquí se va sustituyendo. Omar nos dijo que estas familias adquieren gran parte de sus ingresos de remesas y que durante las vacaciones de verano sus parientes en el extranjero regresan a Marruecos para visitarlos. No pude evitar acordarme de mi país, México: de esos pequeños barrios de provincia donde ya no quedan hombres; donde sólo hay mujeres y niños que esperan recibir saludos y envíos desde “el primer mundo”. Me pregunté por la relación que tendría Marruecos con Occidente, por cómo se viven las consecuencias de la migración y la globalización en su cotidianidad y por el efecto que tendrían en sus vidas. Por lo pronto, podía observar que a su vivienda sí le afecta; en algunas formas de manera positiva al permitir contar con tecnologías y recursos que favorecen la construcción, pero en otras le afecta de manera negativa pues hace que se reproduzcan esquemas arquitectónicos mediterráneos en vez de desérticos y que se pierda el conocimiento milenario sobre su propia vivienda sustentable.
De pronto Omar pone también música latina, como lo había hecho Mohammed, y entiendo que también es justo que algunas cosas lleguen a todos, que compartamos una unión internacional y que miremos hacia delante sin dejar de voltear, de vez en cuando, hacia atrás.
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