Erfud

El reino del sol

Erfud nos da la bienvenida a un universo de arena, dátiles y calor extremo, donde la vida lucha por continuar en aquellos rincones donde no es tan sencillo conseguir agua

21 Julio 2022

4-5 minutos de lectura

Foto: Lucía Vallarino

Continuamos el camino hacia el sur, dejamos atrás el Atlas y comenzamos a sentir cómo sube paulatinamente la temperatura a medida que avanzamos. Llegamos a Erfuf, la famosa “ciudad de las puertas del desierto”, la que te da la bienvenida al Sáhara. El reloj marca 39 grados, pero mi sensación térmica es de 46.

A medida que nos adentramos en la ciudad, observo con detenimiento el paisaje. Cuando mencionábamos el Sáhara, yo me imaginaba directamente un montón de arena sin fin. Nunca pensé que, aparte de las enormes dunas (erg) y la arena naranja, el desierto era mucho más. En Marruecos el desierto también es suelo rocoso (hamada), tierra árida, ciudad, personas, animales, y, aunque escasa, vegetación. Con las montañas por detrás, el río Ziz nace en el Atlas y continúa su cauce de forma subterránea hasta el desierto, donde se abre en forma de delta y sirve para abastecer de agua a la ciudad de Erfud. Y donde llega el agua, hay vida, dicen acá.

Foto: Lucía Vallarino

Pero Erfud es solamente la entrada a este universo de arena, dátiles y calor extremo. La vida intenta continuar, a duras penas, en las profundidades del Sahara, donde no es tan sencillo conseguir agua.

“¿Sabían qué hace más de 60 millones de años, el Sáhara era un mar?” pregunta David, profesor experto en cultura árabe que vino a enseñarnos y acompañarnos en esta aventura. Habíamos parado en una tienda de la ciudad que vendía fósiles marinos de todo tipo, encontrados en distintas partes del desierto. Caracoles, estrellas, lombrices marinas y animales de distintos tipos se veían claramente en las placas de roca que se exhibían en la entrada. “Qué loco, ¿no?”, respondo. Me parece súper difícil dimensionar que el lugar más seco y caluroso del planeta tierra fue alguna vez un mar fértil y desbordado de vida.

Seguimos avanzando hacia las profundidades del Sáhara, con dirección Erg Chebbi, pero decidimos hacer un par de paradas más. Primero, visitamos una granja de deliciosos dátiles Medjul, dónde logran cultivar palmeras datileras gracias a un maravilloso sistema de riego que funciona extrayendo el agua subterránea a base de energía solar, como casi todo en esta zona.

Foto: Lucía Vallarino

Luego, recorremos un largo trayecto y nos acercamos a un pozo, tipo aljibe, que se encontraba en una zona aparentemente desolada, pero que, si observabas con atención, notabas que estaba rodeado de campamentos lejanos. “Aquí se consigue el agua” mencionó Omar, nuestro chofer amazig, cuando nos bajábamos de la camioneta. Debido a las condiciones extremas y las sequías, consecuencia del aumento de la temperatura de los últimos años, es cada vez más difícil conseguir agua aquí. Por eso las familias nómadas de las zonas más desérticas se ven obligadas a acercarse a estos pozos, ya que es la única forma de obtener agua. Agua que a consecuencia del cambio climático se va secando paulatinamente y se encuentra cada día más lejos de la superficie de la tierra. Al costado del pozo se encuentra una placa fotovoltaica, y nos explican que justamente es la energía solar la que permite bombear el agua para poder extraerla de forma exitosa.

Donde hace 60 millones de años reinaba el agua, ahora reina el sol. Pero uno no es suficiente sin el otro. En el agua, sin luz solar, no puede prosperar la vida. En el desierto, sin agua, tampoco.

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