Aguelmame Sidi Ali

La energía de Hajiba

Dos jaimas, una de plástico y otra de piel de dromedario tejida a mano, un horno de pan, un panel solar, tanques de agua y sus animales. Así es la vida de Hajiba y su familia amazig, seminómadas del Medio Atlas

19 Julio 2022

3 minutos de lectura

Foto: Lucía Vallarino

A medida que vamos llegando al Medio Atlas, la temperatura comienza a descender. Un alivio, considerando que es julio y en Fez estábamos en 38 grados. Estamos subiendo a casi 2.000 metros de altura y ya se ve cómo cambia el paisaje, dejamos de ver cedros, comenzamos a ver la tierra más árida y rocosa. Algo me llama especialmente la atención al costado de la carretera, unas placas de hormigón cuadradas colocadas de forma perpendicular a los cerros. Omar, nuestro conductor oriundo de la zona, nos explica que sirven para evitar que la nieve llegue a la carretera en invierno. En esta zona montañosa, a diferencia del desierto, en invierno se llegan a alcanzar temperaturas muy bajas y es muy frecuente que nieve.

Unos metros más adelante vemos movimiento al costado de la carretera y decidimos frenar. Nos encontramos con una familia bereber que vive en haima al pie de las montañas, nos acercamos a saludarlos y Mohammed, nuestro guía y traductor de amazigh, les pregunta si podemos compartir un rato con la familia. Nos acercamos a la jaima y crucé una mirada con la mujer mayor de la casa, supuse que sería la madre de la pequeña niña que salió a recibirnos en nuestra llegada. “Su nombre es Hajiba”, nos cuenta Mohammed, “si quieren pueden entrar a la jaima con ella, a las mujeres se les permite, va a hacer el té”.

Sin pensarlo dos veces me acerqué a la haima más alejada (hecha de plástico duro e impermeable), espacio donde tenían su dormitorio y parte de su cocina (todos sus utensilios de cocina menos el horno de pan, que se encuentra apartado afuera). Hajiba estaba preparándonos el té y se alegró de vernos entrar a mí y a Sara, nos sonrió y comencé a sentirme más cómoda y bienvenida. Enseguida volvimos a cruzar miradas, y a pesar de no compartir el mismo idioma, nos comunicamos. Yo le dije mi nombre y el de Sara, y ella me dijo el suyo y el de su hija, Insaf, que nos observaba tímidamente desde un rincón. Nos quedamos observando cómo preparaba el té en la pequeña garrafa, un verdadero arte de los bereberes, y presté especial atención a su hermosa tetera de metal y a su gran cantidad de vasitos para té, se ve que no es extraño que reciban visitas. Me ofrecí a ayudarla y me dio una bandeja con todos los vasos, la tetera, la menta y me indicó que fuéramos a la jaima de afuera. La jaima exterior era muy distinta a la otra, tejida a mano, hecha de pieles de dromedarios y contaba con una pequeña mesa de plástico, varios almohadones y banquetas para sentarnos.

Compartimos el té, que estaba delicioso, y con la ayuda de Mohammed, le pedimos a Hajiba que nos cuente un poco más de su vida, de su hogar y de su familia. Ella vive junto a su marido, su hija Insaf, Mimuna (abuela de él), y sus animales (perros, gallinas y cabras). A pesar de estar a menos temperatura que en Fez, el calor igual se sentía y me interesé por preguntarles más acerca de las temperaturas en el alto altas.

Hajiba, a través de Mohammed, nos explicó que en verano esta zona de Aguelmame Sidi Ali es una zona más confortable. Suele hacer calor principalmente al mediodía o cuando da mucho el sol, pero es un calor moderado y debajo de la j aima de piel de dromedario se refrescan muy bien. “Lo más disfrutable son las noches de verano”, afirma Mohamed, es el momento justo cuando no tienen ni frío ni calor. El peor momento del año en esta zona suele ser en finales de otoño y durante el invierno, continuó. A partir de noviembre ya comienza a caer nieve, y deben desmontar la jaima de piel de dromedarios para evitar que se estropee, refugiándose únicamente en la de plástico. Además, el frío en esa época es cruel, y la única forma de calentarse es a leña, encendiendo el fuego dentro para poder calentarse. Se me erizó la piel al escucharlos, la jaima de plástico es bastante pequeña, y me cuesta imaginarme lo que debe ser que toda la familia conviva allí con un fogón prendido, humo y poca ventilación.

También cuentan con un panel fotovoltaico al costado de la vivienda, que sirve para tener luz eléctrica en las noches. Hajiba nos contó con pesar que no les daba la energía para tener electrodomésticos como heladera, televisión o algo para calefaccionar, pero que agradecen contar con la energía solar para iluminarse por las noches. Su panel además cuenta con una batería considerable, que logra almacenar hasta una semana de luz, ideal para los días de invierno en que el sol no se deja ver.

Continuamos con la conversación sobre su vida hasta que se nos acabó el té. Al despedirnos volvimos a cruzar miradas y sonrisas entre todos, le agradecimos de corazón la hospitalidad y Hajiba nos respondió algo en amazig que, como Mohammed ya se había ido, no llegó a traducir. No comprendimos sus palabras, pero su energía fue suficiente para entender lo que nos decía de todos modos.

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