Foto: Alicia Gómez

Ese día eran las 5.30 pm cuando un burro en la carretera nos sorprendió. Justo al otro lado de la vía había una gran jaima, decidimos parar. Esta parada no estaba prevista, pero después de que nuestro guía local, Mohamed, pidiera permiso bajamos de las camionetas al lugar. Nos recibieron con té, y el grupo comenzó a explorar: unas se quedaron hablando con Hajiba, la mujer que salió a recibirnos y de inmediato nos brindó el té; Marià y yo nos fuimos a explorar la zona después de que Marià me preguntase si lograba identificar las ovejas en la colina, ubicada justo detrás de la jaima. Respondo que no y David, profesor que nos acompaña, me pregunta si observo a la pastora. Después de unos minutos logro reconocer las ovejas perdidas entre la colina y la silueta de una mujer con vestido negro.

Marià, David y yo no dudamos un segundo en subir hasta el sitio. El idioma no fue un impedimento para interactuar con ella gracias a pues David nos sirvió de traductor. Llegamos a la cima y desde allí disfrutamos de una maravillosa postal del lugar entre verdes y tonos tierra, con un fuerte viento golpeando. La pastora nos da la bienvenida con una sonrisa de oreja a oreja, el profe preguntó por su nombre –Mimuna– respondió, y de inmediato preguntó si ya nos habían ofrecido té, sonreímos y decimos que sí.

La abuela amazigh tenía un turbante amarillo y un saco sobre la cintura y un palo que lo usaba como bastón. Me sorprendió sus uñas pintadas y tatuajes desgastados por el paso de los años. Mientras Mimuna arreaba a sus más de 30 ovejas nos mostró el nuevo pozo donde recogen el agua en el burro. La fuente de agua se encuentra al otro lado de la carretera, en un enclave cercano a un árbol.

Foto: Alicia Gómez

A la abuela le preguntamos su edad, sonrió respondiendo que eran muchos años, durante toda la conversación sonrió contándonos que su familia vive en Casablanca. Estaba muy feliz y orgullosa porque una de sus bisnietas va a la escuela y habla francés. Quisimos profundizar en su tarea diaria de recoger el agua buscando sentarnos con comodidad, Mimuna se quitó su saco de la cintura lo puso sobre el suelo y me indicó sentarme sobre él, ese gesto por parte de Mimuna me encantó y quedará por siempre grabado en mi memoria. Sobre el pozo la abuela fue muy directa dijo que ese pozo era muy reciente, confesó que cada vez es más difícil conseguir agua, no todos los días van al pozo por agua pues la guardan en unos tanques de reserva ¨la vida es muy dura aquí”, señaló.

El encuentro con Mimuna duró unos 30 minutos aproximadamente, nos abrazamos y reímos montones. Ella se quedó arreando sus ovejas, nosotros descendimos hacia la jaima para tomar el té.