Merdani y sus alrededores, Desierto del Sáhara

Morada para la muerte: tumbas, minas, cementerios y pueblos fantasma

Al salir del gran Erg Chebbi, observamos distintos vestigios de muerte, presentes en fósiles prehistóricos, en tallados rupestres, en tumbas antiguas y en el actual abandono de la vida nómada y no-nómada del desierto

22 Julio 2022

4–5 minutos de lectura

Foto: Natalia Figueroa

Antes de ser un desierto, el Sahara era mar, y millones de fósiles prehistóricos permanecen como testigos de su pasado, pues podemos verlos dispersos en piedras de todas las formas y tamaños posibles. Es la primera vez en mi vida que visito un sitio en el que abundan en tal cantidad que una misma puede descubrirlos y llevarlos a casa, sintiéndose como una arqueóloga con suerte. El desierto hoy luce como un lugar desolador, con poco más que arena y cielo, pero alguna vez estuvo saturado de vida, y hoy preserva su historia de muerte. Vemos la sombra de caracoles, calamares y demás criaturas que sin desearlo ni saberlo dejaron su huella sembrada en las rocas.

Más adelante, encontramos unos tallados rupestres que advierten la presencia de los primeros grupos humanos que alguna vez habitaron este lugar. Pero se sabe poco sobre este registro histórico, y, de hecho, está casi abandonado, pues pocas personas advierten su existencia y no se ha hecho un trabajo de investigación que pueda determinar su origen o relevancia. Ni siquiera se trata de un sitio turístico o de algo que aparezca en el mapa. Pasan desapercibidos en la inmensidad del desierto y de los años.

Frente a los tallados rupestres se encuentra una estructura curiosa que al principio parece ser una cueva armada con trozos de piedra, pero que en realidad se trata de una tumba comunitaria. No sorprende por su diseño, pues este es bastante sencillo, sino por su antigüedad y el alto grado de preservación que mantiene. Es un entierro que se estima se erigió antes del periodo neolítico, una época en la que no existía la jerarquización en las sociedades, por lo que resulta comprensible que los grupos fuesen también enterrados juntos, tratados por igual en muerte como en vida. La tumba, además, tiene un diseño tumular, característico de las edades de piedra, bronce y oro, que luce como un montículo y remite a la forma del útero materno. Los cuerpos en su interior reposan en posición fetal porque morir no es más que una nueva forma de nacer y volver al origen.

Antes de salir del Erg Chebbi, pasamos por una zona desértica ocupada por familias nómadas amazig. Las que aún viven en este lugar han construido jaimas y sitios de almacenamiento para sobrevivir al calor y a los peligros de las dunas. Pero otras cuantas ya han abandonado sus hogares para emigrar a pueblos y ciudades cercanas, o inclusive a otros países. Cada año, la temperatura atmosférica incrementa y los recursos comienzan a escasear y desequilibrar al entorno, convirtiendo al Sahara en un lugar difícil para el desarrollo de la vida. Estas jaimas están ubicadas frente a un antiguo cementerio amazig donde, marcadas por rocas oscuras, cada tumba alberga un alma.

La muerte del pueblo amazig es distinta a todas las anteriores, pues no se preserva en fósiles ni pinturas, sino que está sucediendo hoy mismo y aquí mismo. También los demás grupos del desierto, a pesar de no ser nómadas, sufren esta pérdida y abandono, presente de una forma tan palpable que incluso podemos verla desde el auto mientras atravesamos un pueblo fantasma rodeado de minas. Omar, el conductor de nuestro vehículo, cuenta que antes este era un lugar próspero cuya economía giraba en torno al plomo explotado por los franceses durante el siglo XIX. Pero todos se han ido y hoy luce sólo como un recinto de adobe que se deshace y regresa a la tierra, borrando toda evidencia de que alguna vez se habitó. La mezquita abandonada todavía sobresale entre las casas, las ventanas aún lucen su pintura azul, las puertas arqueadas se distinguen entre los derrumbes y el alambrado está en pie, pero ya no opera y, aunque lo hiciera, no tendría nada que iluminar.

Esta es, de todas las muertes que alberga el desierto, la más poderosa, presente en el calentamiento global, en la emigración y en todo aquello que se pierde y es tragado por la profundidad de las dunas hasta desaparecer.

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