Xaluca Lac Aguelmame Sidi Ali

Refugio de montaña: retorno a la vida en el Medio Atlas

En un espacio anteriormente deforestado y abandonado, hoy surge un proyecto de recuperación para reactivar un antiguo refugio de montaña localizado en el Medio Atlas frente al lago Aguelmame Sidi Ali

19 Julio 2022

4 minutos de lectura

Foto: Natalia Figueroa

Antes de conocer este país, yo tenía en mente la imagen comúnmente aceptada (dentro del imaginario colectivo occidental) en la que Marruecos es solo un desierto. Con el paso del tiempo, al investigar –y más tarde al visitarlo– una descubre que, como cualquier otra nación del mundo, va mucho más allá de lo que vemos en los medios o de lo que imaginamos basándonos en prejuicios, estereotipos e ideas sesgadas. Así ocurrió cuando de pronto, en medio del Atlas –una alta cordillera africana que atraviesa Marruecos y llega hasta Argelia y Túnez– nos topamos de pronto con un clima más bien templado. Estamos en completo confort térmico y a pesar de que es verano no necesitamos aire acondicionado en ningún momento del día. Oscilando entre los 3.000 y los 4.000 metros de elevación sobre el nivel del mar, la fauna y la flora es distinta aquí. Atravesamos una región llamada Ifrén, que ha sido apodada como “la pequeña Suiza” por su parecido atmosférico con este país. Su arquitectura de techos inclinados delata la presencia de nieve durante el invierno y su vegetación de pinos, cedros y manzanos contrasta abismalmente con los palmerales que habíamos visto con anterioridad. Hay césped verde e incluso –mientras esperamos la llegada de nuestros vehículos– la lluvia nos sorprende; algo que jamás imaginé ver en el verano marroquí. Al igual que en mi país natal, México, aquí es claro que la altura hace una diferencia total en todo el entorno y siento vergüenza por no haberlo imaginado antes. En algún momento, a mí me sorprendieron durante el viaje con la frase: “¡Tú eres de la Ciudad de México, no deberías sentir calor!”, sin imaginar que en realidad vivo a 2.240 metros sobre el nivel del mar y mi verano es de 22ºC. Entiendo entonces que tanto Marruecos como México son países estigmatizados que caen siempre bajo la misma etiqueta del calor, cuando en realidad tienen una gran variedad de microclimas y formas de vida.

Y como todo en la vida y la evolución, la vivienda también se ha adaptado al entorno templado y frío de las cordilleras del Atlas. Así llegamos frente al lago Aguelmame Sidi Ali, donde nos hospedamos en un hotel próximo a estrenarse (perteneciente a la cadena Grupo Xaluca). Aunque, en realidad, la palabra “hotel” le queda corta. Se trata más bien de un histórico refugio de montaña que está siendo remodelado para poder reactivarse. Construido hace varias décadas, originalmente albergó a exploradores y alpinistas de la zona que buscaban descanso y protección en su camino. Después tuvo una historia complicada en la que se utilizó para actividades sin regulación que eventualmente provocaron su abandono; mismo que concluiría con su reciente adquisición por parte de Lluís Pont –fundador de Grupo Xaluca– quien, sorprendentemente, nos recibe en persona en el casi-completamente-remodelado refugio. Nos permite explorarlo libremente a pesar de estar aún lleno de maquinaria y personas trabajando en los detalles finales. Descubrimos que ha decidido conservar el pozo original del refugio, del que emanaba agua cristalina en el pasado, esperando que pueda volver a operar.
También ha decidido conservar y remodelar el hammam del refugio.

Aunque –al ser de madera en su interior– la estructura no tiene tanto aislamiento sonoro, sí tiene un importante control térmico, pues el grosor de sus muros de piedra lo protegen de la temperatura exterior. No tiene (ni necesita) aire acondicionado, aunque sí está equipado con calefactores eléctricos y conserva las chimeneas originales del lugar. Lluís nos comenta que todo el refugio lo remodeló con madera sustentable y controlada pues para él este factor resulta primordial. También comenta que su plan a futuro es reforestar el frente del lago con un bosque de cedro. “Quiero que cada huésped pueda aportar a esto y pueda plantar un árbol con su nombre”, dice con su característica sonrisa esperanzada. Y luego de ver lo que ha logrado hacer con un refugio en ruinas estoy convencida de que, dentro de poco, esto también lo logrará. Imagino cómo lucirá el ahora vacío altiplano cuando tenga árboles de nuevo y no puedo evitar sonreír también; y antes de despedirnos le prometo algún día volver y plantar un cedro para dejar mi pequeño grano de arena en el mar que ha construido.

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