Foto: Artur Torras

Uarzazat es una ciudad de cine. Una localidad protagonista de experiencias cinematográficas que han encandilado hasta al espectador más exigente. De primeras no se nota, pero David nos cuenta la dificultosa dualidad que vive la zona, donde lo artificial y lo tradicional tratan de convivir en lo que parece una danza casi imposible. La modernización del territorio, a manos de una industria, la del cine, trata de dinamitar la economía local. Sin embargo, lo hace a expensas de derrumbar u ocultar zonas tradicionales del territorio, y su consiguiente pérdida de riqueza histórica que tan valiosa resulta con el devenir de los años.

Cuando nos adentramos en la ciudad, la dualidad se muestra clara. Por un lado, se muestra muy clara la cotidianeidad de una zona donde en su momento predominaba lo tradicional y que, actualmente, está transitando hacia una peligrosa dependencia del panorama turístico que se aleja de los cánones que hicieron único al territorio. Además, años atrás, Uarzazat servía como lugar de abastecimiento antes de proseguir el duro camino hacia las tierras de Tumbuctú. Por eso, acabó convirtiéndose en un lugar de avituallamiento y mercadeo entre todas las personas que emprendían este viaje.

Finalmente, en Uarzazat aprovecharon el filón cinematográfico, el incremento del turismo y las facilidades de un mundo cada vez más globalizado, para llenar sus calles de tiendas con toda clase de merch e intentar ligar toda oportunidad con la historia, tradición y el relato de su pasado. ¿Ha sido una buena apuesta? El tiempo lo dirá. Hasta entonces, solo nos queda perdernos por sus tradicionales callejones mientras nos ofrecen, en distintas paradas, posters y souvenirs de nuestras películas preferidas.